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La Titanomaquia | Capítulo XII

 Título: La Titanomaquia.

Autor: Eduardo García.

Año: 2020.

Capítulo: "El robo del fuego sagrado".

Capítulo anterior: "La boda de Zeus y Hera".

Tienda Amazon: La Titanomaquia.

CAPÍTULO XII

"EL ROBO DEL FUEGO SAGRADO"

Después de la gran batalla entre dioses y titanes, Zeus se encargó de imponer castigos a aquellos que se habían opuesto a él, entre ellos estaban Jápeto y Atlas, dos formidables titanes que pelearon del bando de Cronos en La Titanomaquia, Prometeo y su hermano Epimeteo no fueron castigos por el rey de los dioses olímpicos ya que ellos no interfirieron en la batalla ni pusieron resistencia alguna a que Zeus se hiciera del dominio de todas las cosas, por ese motivo, ambos titanes no pisaron el Tártaro sino que anduvieron sobre la tierra con total libertad, pero su padre, el titán Jápeto sí estaba preso en el vientre de la Tierra y su hermano, Atlas, había sido condenado por Zeus a pasar la eternidad cargando sobre sus hombros el enorme peso del cielo. 

Prometeo y Epimeteo recibieron la tarea de nombrar a los animales y repartirles los dones característicos a las bestias que aún conservan hasta nuestros días, así lo hicieron con todos los animales que el hombre conoce, y también con los que desconoce, por último, Prometeo creó a una creatura que se asemejaba a la figura de los dioses olímpicos, el hombre, lo que los distinguía sobre las demás creaturas, el titán le pidió consejo a la diosa de la sabiduría, Atenea quedó maravillada al ver la creación y la bendijo. 

Había nacido la humanidad, los hombres vivían en cuevas, no eran muy inteligentes y vivían asustados de prácticamente todo lo que les rodeaba, al ver esto, Atenea le aconsejó a Prometeo que le hiciera un regalo a su creación, ese regalo sería el fuego, en la noche, el titán se dirigió sigilosamente al carro de Helios para tomar el fuego de ahí y entregárselo a la humanidad, así pasó y la vida del hombre dio un cambio radical, dejó de temerle a la oscuridad y a las bestias. 

Zeus miró al hombre y decidió que estarían destinados a rendir culto a los dioses olímpicos, algo que, para nada fue bien visto por Prometeo quien se negaba a que su creación, la mejor de todas, tuviera que venerar a los dioses, la ira del dios caería sobre la humanidad por un engaño orquestado por el titán, se sacrificó a un buey y se separó en dos partes, en la primera se pusieron las mejores partes del animal, la piel y la carne que estaban escondidas dentro del vientre del animal, el segundo era mucho más grande, eran los huesos del buey envueltos por la grasa del mismo, Zeus lo miró y escogió el bulto más grande, al darse cuenta del engaño se llenó de cólera y decidió castigar a la humanidad. 

En venganza, Zeus le quitó a los hombres el regalo que les había hecho Prometeo, con esto, la humanidad regresó al principio, volvió a las cuevas y a temerles a las criaturas, al ver esta situación, Prometeo se preocupó por su creación, tomó una cañaheja y se dirigió al Monte Olimpo, una vez ahí, encendió la planta con el fuego del carro de Helios nuevamente, bajó del monte y le regresó el fuego a la humanidad, en la noche, Zeus se dio cuenta de lo que había hecho Prometeo al ver la luz del fuego en medio de la completa obscuridad, el dios estalló en cólera y volvió a castigar a los hombres, pero esta vez sería mucho más severo con los hombres y el propio titán. 

A manera de homenaje por aquel valeroso acto, en los Juegos Olímpicos de la antigüedad y del presente, se utiliza una antorcha en las ceremonias que dan inicio o fin a los eventos deportivos, la llama olímpica que viaja por diversas partes del mundo representa el fuego sagrado que robó Prometeo del Olimpo para entregárselo a la humanidad en aras del desarrollo de los mismos.


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