Título: La Titanomaquia.
Autor: Eduardo García.
Año: 2020.
Capítulo: "El rapto de Perséfone".
Capítulo anterior: "Adúlteros"
Tienda: La Titanomaquia.
CAPÍTULO XVI
"EL RAPTO DE PERSÉFONE"
La diosa Perséfone era hija de dos de los dioses más importantes de todo el Olimpo, su padre era Zeus y su madre era la propia hermana de su padre, la diosa Deméter, quien era la divinidad de la agricultura, por lo tanto, una de las diosas más famosas y veneradas de toda la antigua Grecia, su hija era una joven y bella doncella, que tenía las intenciones de permanecer virgen por toda la eternidad, así como también lo hacían Artemisa y Atenea, ésta idea no le agradaba para nada a la diosa del amor Afrodita y su hijo Eros, quien es conocido por los romanos como Cupido, inclusive, ambos dioses se sentían enormemente ofendidos por resistirse a los efectos del amor y la pasión.
La joven Perséfone se encontraba dando un paseo en las inmediaciones del Monte Olimpo, Afrodita y Eros se encontraban escondidos, espiando a la diosa, cuando de pronto vieron pasar al señor de los muertos, Hades se dirigía al Olimpo para consultar a Zeus debido a los fuertes temblores provocados por el volcán Etnia, aquel en el que fue encarcelado la enorme bestia Tifón después de La Titanomaquia, a ambos dioses les pareció que Hades necesitaba un poco de amor y pasión en su vida, y no solamente estar rodeado de muertos todo el tiempo.
Así que, Eros tomó una de sus flechas y le disparó justo en el corazón al dios, Hades no pudo resistirse al poder del amor, se enamoraría perdidamente de la primera criatura que viera, para su desgracia, ésa fue Perséfone, se enamoró al instante de la bella diosa, la tomó e hizo que se abriese la tierra para regresar al inframundo en donde ni siquiera Zeus tenía dominio, nadie podía evitar que Hades raptara a la hija de Deméter.
La diosa de las cosechas se extrañó al no encontrar a su hija, la buscó por todo el mundo, no hubo una parte de la tierra en la que Deméter no buscara a Perséfone, pero jamás la encontró, pero sí a una ninfa con la que su hija era cercana, ésta le contó como el señor de los muertos había raptado a su hija, llevándola al inframundo consigo, la diosa rompió en llanto, estaba completamente devastada, por lo que, dejó de un lado sus tareas como la diosa de la agricultura, todas las cosechas se perdieron, no crecía ni florecía nada.
Angustiada, Deméter fue con su hermano, Zeus, para pedirle que le ayudara a recuperar a su hija, pero la respuesta del dios fue negativa, aun tratándose de su propia hija, ni siquiera él tenía la potestad para contradecir a Hades en su territorio, después de La Titanomaquia, Zeus, Poseidón y Hades se repartieron el cielo, mar e inframundo respectivamente, al recibir tal noticia, Deméter lloraba desconsolada, y amenazó que, si Perséfone no regresaba a su lado, la tierra nunca volvería a ser fértil y todo el mundo se vería inmerso en una ola de muerte y destrucción.
Zeus mandó al mensajero de los dioses, Hermes, a que fuera al inframundo a negociar con Hades, así lo hizo, el dios descendió pues hasta el mundo de los muertos, se presentó ante Hades y, después de una larga, controvertida y peligrosa negociación, ambos dioses acordaron que la diosa Perséfone podría pasar solamente unos meses con su madre en el Olimpo, el resto del tiempo tendría que pasarlo con su nuevo esposo para cumplir sus funciones como la soberana del inframundo.
Hasta antes de esto, Perséfone no tenía ningún tipo de atracción hacia el dios de los muertos, pero, cuando éste la raptó y la llevó al inframundo, se dio cuenta de que, en realidad no era tan malo pese al rol que se desempeñaba, el dios la amaba, gracias a Eros, era un amor genuino, así que, la diosa le correspondió su amor al dios y gustaba de pasar largas temporadas en el inframundo en donde ella desempeñaba un rol importante al lado de su esposo.
Desde aquel momento, la diosa Deméter está inconsolable cada vez que su hija tiene que abandonarla para ir al mundo de los muertos con su marido, durante este periodo, la diosa vuelve a abandonar sus tareas provocando que las cosechas no se den, creando así la estación más fría del año, el invierno.
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