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La Titanomaquia | Capítulo XLI

 Título: La Titanomaquia.

Autor: Eduardo García.

Año: 2020.

Capítulo: "El castigo de Sísifo".

Capítulo anterior: "La diosa de la victoria".

Tienda: La Titanomaquia.

CAPÍTULO XLI

"EL CASTIGO DE SÍSIFO"

Sísifo fue quizá el hombre más astuto de su tiempo, capaz de engañar incluso al propio dios de los muertos, Hades, y burlar a la muerte, el ingenioso Sísifo es recordado hasta nuestros días por el terrible castigo impuesto directamente por Hades al hijo de Eolo, el dios del viento.

En vida, Sísifo fue el fundador y rey de la ciudad de Corinto, famosa ciudad griega que fue uno de los puntos más importantes de aquel tiempo, sobre todo por el comercio que tenía lugar gracias a la posición estratégica de la ciudad, el rey se caracterizó por ser un delincuente, asesino y ladrón de los extranjeros que llegaban hasta sus dominios, haciéndose de innumerables enemigos, pero que jamás atentaron contra él, pero no así el rey del Olimpo.

Sísifo comenzó con la tradición de los Juegos Ístmicos que se disputaban en la ciudad de Corinto en honor del rey de los mares, Poseidón, gracias a eso, cada vez que comenzaban las competencias deportivas, el reino se convertía en el centro de atención de toda Grecia, atletas de todas partes se reunían ahí para disfrutar de los juegos que fueron de los más famosos y honrosos de la antigüedad, como también lo eran los juegos de Olimpia, Delfos y Nemea.

Cuando el rey de Corinto estaba dando un paseo, vio que Zeus se había convertido en un águila para raptar a le bella Egina, a quien había preñado después de abusar de ella en el monte, inmediatamente fue a buscar al padre de la joven, Asopo, el dios de los ríos, diciéndole:

-Me he enterado que tu hija está desaparecida ¿es cierto?

-Sí, no sabes cuánto me entristece no encontrarla, la he buscado, pero no he tenido suerte.

-Creo que yo puedo ayudarte, sé cuál es el paradero de tu hija, pero esa información te costará.

-¿Qué? ¿Tú sabes en dónde está mi hija? Cuéntamelo ya, no importa lo que me pidas.

-Está bien, por casualidad vi que tu hija fue raptada por un águila que se la llevó al monte y después la violó, seguramente estará embarazada ahora, pero eso no es lo más importante, su secuestrador y violador fue nada más ni nada menos que Zeus, ya sabes cómo es él.

-No puedo creerlo, mi pobre hija, ese infeliz de Zeus no ha aprendido, pero si cree que Hera no se enterará, déjame decirte que está muy equivocado, yo no puedo hacer nada contra él, pero ella sí, y bien ¿qué es lo que quieres a cambio?

-Tú sabes que mi ciudad es una de las más concurridas, recibimos a cientos de atletas en los juegos, necesitamos agua, pero solo tenemos el agua salada del mar, tú eres el dios de los ríos, haz que en Corinto brote un caudaloso río para nuestro consumo.

Después de que Asopo aceptara la petición de Sísifo, le contó toda la verdad a Hera, la esposa de Zeus estaba furiosa contra su marido, y a la vez, avergonzada, todos sabían que su marido no le tenía ni la más mínima consideración o respeto si de fidelidad se trataba.

Al enterarse, Zeus se quiso vengar de Sísifo, mando a Tánatos, la personificación de la muerte, para que diera fin a su vida, pero el astuto Sísifo logró engañar a la propia muerte cuando esta se hizo presente en su palacio, la vio y se sorprendió, aunque por dentro se moría de miedo, fingió serenidad y le dijo a Tánatos:

“No esperaba que mi hora llegara tan rápido, me llegas de sorpresa, pero, déjame admirarte aunque sea un poco, eres realmente majestuoso, y mira que ya he conocido a varios dioses olímpicos, inclusive al propio Zeus, pero eso ya lo sabes, por eso estás aquí ¿no es cierto? Pero ni siquiera él tiene el porte que tú, eres elegante y a la vista impones un respeto sinigual, te tengo unos regalos, ven, te obsequiaré mis adornos, son de los más finos que podrá encontrar entre los hombres, se lo aseguro, yo no los necesitaré más, pero usted sí que podrá usarlos para hacer su porte aún más elegante”.

La muerte quedó maravillada con los alhagos del rey, aceptó los regalos que de buena gana le daba Sísifo, se los colocó a Tánatos y colocando un espejo delante de él, le dijo:

“Mírate, has quedado aún más majestuoso de lo que ya eras, sinceramente, me has sorprendido”.

Pero, la muerte no sabía que se trataba de un engaño más de Sísifo, en realidad no eran adornos sino grilletes, que encadenaron a la muerte mientras se miraba en el espejo, el temible Tánatos había quedado aprisionado, gritó furioso amenazando a su carcelero quien ignoró a la muerte, dejándola encerrada dentro del palacio.

La aprisionó y no la dejó salir por un largo tiempo, en ese lapso, el Inframundo dejó de recibir almas, las guerras de Ares eran inútiles, las personas dejaron de morir por más enfermas que estuvieran, la muerte no hacía su trabajo, extrañados, los dioses buscaron a Tánatos para obligarle a cumplir sus funciones, pero no la encontraron por ningún lado.

Desesperado, Hades lo buscó por todo el Inframundo sin tener éxito, hasta que descubrieron que había sido secuestrada por Sísifo quien la había aprisionado en Corinto, antes de que los dioses liberaran a Tánatos, Sísifo le ordenó a su mujer que por ningún motivo hiciera los rituales funerarios cuando el abandonara el mundo de los vivos, Ares fue hasta Corinto para liberar a la muerte, cuando Sísifo vio que el dios de la guerra se dirigía a su palacio, sintió el verdadero terror, le temblaba cada parte de su cuerpo, el dios llegó al palacio, quitándose del camino a todos los sirvientes del rey que se escondía para no ser castigado por el dios que liberó a Tánatos, lleno de ira, sacó a Sísifo de su escondite y lo arrastró hasta el Inframundo en donde fue juzgado y condenado al Tártaro, pero, una vez más fue salvado por su astucia.

Se escapó para ir al palacio de Hades, en donde le dijo:

“Gran Hades, vengo hasta su palacio para hacerle una petición, ya sé que no estoy en condiciones de pedir nada, pero, es algo que no me deja en paz, tengo una gran deuda que cobrar, mi maldita esposa no me rindió los rituales funerarios que se merece un rey tan querido y tan importante como yo,  permíteme regresar al mundo para hacer pagar a esa desgraciada, no tardaré, te lo juro”.

Al dios de los muertos le agradó la idea y le concedió un permiso especial a Sísifo para que dejara lúgubre submundo, pero, no cumplió con su juramento, no castigó a su mujer ni regresó inmediatamente al Inframundo como había acordado con Hades, sino que se quedó una larga temporada en Corinto.

Al darse cuenta del engaño, Hades estalló en cólera y mandó a su infernal séquito para que fueran a la tierra por Sísifo, la tierra se abrió de pronto y de ella salieron horripilantes criaturas que tomaron por la fuerza al rey, eran tan grandes y robustos, que hicieron añicos el gran palacio de Sísifo quien fue llevado por la fuerza al Inframundo, se marcharon y la tierra se cerró dejando una gran cicatriz.

Ya en el submundo, Sísifo fue castigado terriblemente por Hades, abrieron las puertas del Tártaro que eran custodiadas por los hecatónquiros para que el asesino cumpliera su eterno castigo, Hades lo condenó a subir una descomunal montaña con una gigantesca piedra, era tan alta que desde sus faldas no se alcanzaba a ver la cima, cuando Sísifo lograra coronar la montaña con la piedra, entonces su castigo llegaría a su fin, pero, conforme avanzaba, la piedra se hacía cada vez más pesada, cuando se acercaba a la cima, el peso de la piedra era insostenible, y caía hasta el suelo, teniendo que comenzar otra vez con el trabajo que nunca llegaría a su fin, siendo éste uno de los peores castigos que se impusieron en los dominios del iracundo dios de los muertos.

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