Título: La Titanomaquia.
Autor: Eduardo García.
Año: 2020.
Capítulo: "El niño genio".
Capítulo anterior: "El castigo de Ixión".
Tienda: La Titanomaquia.
CAPÍTULO XLIX
"EL NIÑO GENIO"
Dédalo fue el arquitecto e inventor más famoso de toda la antigua Grecia y uno de los más aclamados en la historia, sus obras no tenían precedentes, era incuestionable que aquel era por mucho el mejor construyendo edificios, lo que lo llevó a ser contratado para las edificaciones más importantes de la época, su obra más famosa fue el majestuoso y temible laberinto de Creta donde cientos de jóvenes murieron a causa del terrible minotauro que ahí vivía, Dédalo tiene a su vez muchas similitudes con otro gran inventor, que, aunque vivió muchos siglos después, comparte sus mismas habilidades y envidias, el célebre Leonardo da Vinci.
El arquitecto tenía un gran taller en la ciudad de Atenas, una hermana suya le encomendó la enseñanza de su hijo Perdix, el niño era por demás inteligente y brillante, quizá demasiado o, al menos, lo suficiente para despertar el temor y envidia de su tío, quien se dio cuenta que el niño era más inteligente que él y sería un mejor inventor gracias a que él era un niño, veía soluciones donde Dédalo solo veía inconvenientes, la imaginación de Perdix lo llevó a inventar herramientas tan útiles para la humanidad como la cierra, el compás, el torno y el formón, el egoísta tío se negaba a enseñarle todo lo que sabía a su sobrino, pero, no conforme con eso, decidió sacarlo del camino de una vez por todas aprovechándose de la inocencia del joven:
Un día, estando en su taller, Dédalo le dijo a su sobrino: “Hey Perdix, mira lo que tengo aquí”.
-¿Qué es eso, para qué sirve?
-¿Has visto como las aves emprenden el vuelo con esa majestuosidad y grandeza que solo la naturaleza les puede dar?
-Claro.
-Puestos esto emula a las alas de las aves, por lo que, nosotros podremos volar de aquí hacia allá como ellas lo hacen, ¿te gustan?.
-Increíble, pero ¿funcionan?
-¡Pero qué niño tan incrédulo! Yo soy Dédalo, el arquitecto más talentoso que se haya visto jamás, o que se verá, y por supuesto que mi invento funciona, pero, si tantas dudas tienes, puedes probarlas y descubrir por ti mismo si funcionan o no, dime ¿te gustaría volar?
-¿Me dejarás usar tus alas?” Sí, claro que quiero descubrirlo.
-Bueno, entonces vayámonos de prisa a la Acrópolis de Atenea, tengo que resolver unos asuntos allí, y de paso, podremos probar las alas.
Ambos fueron hasta el templo de la diosa de la sabiduría y subieron hasta el techo de la Acrópolis, Dédalo engañó a la sacerdotisa, haciéndole creer que el techo del templo tenía severos problemas y debía de subir a inspeccionarlo inmediatamente, de otro modo, se arriesgaba a que el techo se viniera debajo de un día para otro, la sacerdotisa creyó todo lo que le dijo Dédalo y dejó subir a tío y sobrino al techo del templo, desde ahí podía admirarse todo el esplendor de la ciudad, Perdix iba a ponerse las alas que Dédalo había inventado, pero, antes de que lo hiciera, su tío lo empujó a traición para que el joven cayera desde lo más alto del templo y muriera en el acto, pero no fue así.
Sería una completa ironía que se cometiera tal injusticia en el templo de Atenea que precisamente trata los temas que a la justicia refieren, cuando el joven estaba cayendo, la diosa lo convirtió en un pájaro que emprendió el vuelo y huyó, evitando así el cruel destino al que parecía estar destinado, el ave pasó a llamarse “Perdiz” en honor del niño.
Al ver lo que había sucedido y a las murmuraciones de las personas, Dédalo bajó del techo del templo y trató de explicar lo que había sucedido, según él, Perdix había resbalado y caído desde lo más alto del templo, pero de poco le sirvieron sus excusas, el célebre arquitecto fue juzgado públicamente el Aerópago de Atenas y condenado a ser entregado a los cretenses para que pereciera en el laberinto de Creta que el propio Dédalo había construido para el rey Minos de aquella isla, una auténtica ironía.
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