Título: La Titanomaquia.
Autor: Eduardo García.
Año: 2020.
Capítulo: "Zeus, la madre".
Capítulo anterior: "Una dulce venganza".
Tienda: La Titanomaquia.
CAPÍTULO XX
"ZEUS, LA MADRE"
Fiel a su estilo, el rey de los dioses olímpicos, Zeus, se había enamorado de una mujer que no era su esposa, la diosa Hera, a diferencia de sus demás amantes, Sémele no era una diosa sino una mortal, hija de Cadmo, rey de Tebas, una de las ciudades más importantes de toda la antigua Grecia, cuando Zeus se obsesionaba por una fémina, no existía nada que pudiera evitar la unión entre ambos, Sémele no fue la excepción y engendró a un hijo más del dios olímpico.
Hera estaba furiosa por las múltiples y constantes infidelidades de su marido, en sus anteriores amoríos, las diosas habían sido las amantes, Hera no podía castigarlas por ser inmortales, pero no así con Sémele, desde lo más alto del Olimpo, Hera veía a la amante de su marido cuando ésta se encontraba embarazada, Hera se transformó en una anciana y fue al encuentro de su rival, después de una apacible plática entre ambas, Sémele le reveló que, en realidad, Zeus era el padre de su hijo, Hera fingió sorpresa e incredulidad, para hacer dudar a la amante.
Sémele pensó que, quizá había sido engañada y que aquel que la había preñado no era el dios del rayo sino alguien más, le exigió al padre de su hijo que se mostrara frente a ella con todo su esplendor que solo la divinidad puede provocar, en un principio, Zeus se negó a tal cosa, pero, ante la insistencia de su amante, terminó por acceder a las peticiones de la mujer, el rey de los dioses provocó una enorme tormenta eléctrica en aquel lugar, la gente corría despavorida por los estruendos provocados por implacables truenos de Zeus, acompañados de poderosos vientos, entre tanto caos, la amante fue alcanzada por uno de los rayos y quedó completamente carbonizada, pero no así su hijo, ya que éste era inmortal, Zeus lo sacó del vientre de su madre muerta y lo sembró en un su muslo.
La venganza de la celosa diosa, Hera, estaba consumada, su rival estaba muerta y, ella no había sido la responsable de tal acto sino su propio esposo, pero la ira de la diosa no terminaría con la muerte de la amante, odiaría por toda la eternidad al producto del amorío, Dionisio.
Al cabo de unos meses, Zeus bajó del Olimpo al monte Pramnos en la isla de Icaria, abrió su muslo y de ahí salió su nuevo hijo, el dios Dionisio, de esta manera, podría decirse que el dios tuvo dos madres, Sémele y Zeus, éste último había “dado a luz” a dos dioses, a Atenea y ahora a Dionisio.
Después de eso, Zeus les ordenó a las ninfas del bosque que éstas se encargaran de criar al dios, así como ellas lo habían criado a él, escondiéndolo de la ira de Cronos para que éste no se lo tragara, ahora, las ninfas tendrían que cuidar a su hijo de la implacable cólera de su esposa, en agradecimiento por haber cumplido con su tarea, Zeus formó una constelación en su honor, ésta es la de las Híades.
La belleza de Dionisio no tenía comparación, el dios era una de las criaturas más atractivas que se hayan visto jamás, un día, éste se encontraba sentado a la orilla del mar, un barco de acercó a la playa y los marinos, al ver el porte y belleza del dios, creyeron que éste era un príncipe, por lo que intentaron secuestrarlo para así poder pedir una gran suma de dinero para liberarlo, pero los intentos fueron completamente inútiles, ninguna cuerda era lo suficientemente fuerte para resistir a la fuerza de Dionisio, todos los marinos se unieron para tratar de someterlo, excepto uno, el timonel de nombre Acetes, enfadado, Dionisio se transformó en un león y asesinó cruelmente a todos los marinos que habían tratado de someterlo, algunos trataron de huir tirándose por la borda, pero fueron transformados en delfines.
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