Título: La Titanomaquia.
Autor: Eduardo García.
Año: 2020.
Capítulo: "Abrazo de oso".
Capítulo anterior: "La disputa de Atenas".
Tienda: La Titanomaquia.
CAPÍTULO XXIII
"ABRAZO DE OSO"
Calisto era una bella princesa, su padre era el rey Licaón que gobernaba la vasta región de Arcadia, gustaba de practicar la caza, siguiendo el ejemplo de la diosa Artemisa, quien era precisamente la diosa de la cacería, aquellas que quisieran seguir sus pasos, deberían de permanecer castas, pues así lo hacía la diosa, la princesa no tenía mayor problema en cumplir con este importante requisito.
La princesa era realmente hábil para cazar a las más grandes bestias de la región, a Zeus le gustó la joven, para seducirla, el dios tomó la figura de su propio hijo, Apolo, la princesa no tuvo oportunidad de resistirse a la belleza del dios de la música, cayó en la trampa de Zeus y quedó embarazada de él.
Hera, nuevamente, estaba furiosa por una infidelidad más de su esposo que hacía hasta lo imposible con tal de unirse con quien quisiera, Hera maldijo a Calisto, transformándola en una bestia, sus delicadas manos se convirtieron en enormes patas, su cuerpo se cubrió de pelo y sus dientes crecieron y se afilaron, la joven y bella princesa se había transformado en una osa.
La joven estaba aterrada al ver en lo que se había convertido, intentaba pedir ayuda desesperadamente, pero de su hocico solo salían gruñidos espeluznantes, no podía regresar a casa, ni tener ningún tipo de contacto con su hijo recién nacido, la osa comenzó a vagar por toda la región, tenía una gran tristeza en su corazón pues, lo que más quería era ver crecer a su hijo, pero, al acercarse a la ciudad, se arriesgaba a ser asesinada por algún cazador.
Cuando creía que no había peligro, la osa se acercaba sigilosamente a la ciudad para intentar ver a su hijo, muchas veces lo miró jugando, el sentimiento de la osa era terriblemente triste al mirar aquellas escenas, ella debería ser quien cuidara a su hijo, y no las sirvientas de su padre, veía también como sus amistades y parientes hacían su vida con completa normalidad sin recordar siquiera a aquella que había sido una bella princesa.
La osa se perdió en el bosque por unos años, un día se encontró en él a un hombre joven, al verlo, su corazón se llenó de júbilo, aquel era Arcas, su hijo, se olvidó por completo que no era humano sino una gran osa, corrió e intentó abrazar a su hijo, éste al ver las intenciones de la bestia, se asustó y disparó una certera flecha que dio justo en el corazón de la osa, sin saber que aquella pobre era la madre que tanto había anhelado en las frías y oscuras noches, a la mujer que tanto había soñado, ahora estaba a sus pies, muerta.
Zeus miraba todo desde el Olimpo, sintió una gran culpa al no haber ayudado a la madre de su hijo, que, en múltiples ocasiones había suplicado al dios para que éste le regresara a su forma natural para poder regresar con su hijo, ahora todo eso no importaba ya, la madre había muerto a causa de su propio hijo, para tratar de remediar esto, Zeus convirtió a madre e hijo en constelaciones, que son conocidas hasta la actualidad como Osa Mayor y Osa Menor.
Hera estaba aún más furiosa, su amante y su bastardo habían sido inmortalizados en el cielo, convenció al dios de los mares, Poseidón, para que las constelaciones no tuvieran descanso, en la noche vagarían por todo el cielo y no tendrían la oportunidad de esconderse en las aguas del horizonte.
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