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La Titanomaquia | Capítulo XXVI

   Título: La Titanomaquia.

Autor: Eduardo García.

Año: 2020.

Capítulo: "El castigo de Tántalo".

Capítulo anterior: "El oráculo de Delfos".

Tienda: La Titanomaquia.

CAPÍTULO XXVI

"EL CASTIGO DE TÁNTALO"

El rey de los dioses olímpicos, Zeus, había tenido otro amorío, se unió con una bella oceánide de nombre Pluto, el producto de esta unión fue Tántalo, quien llegó a ser el rey de Lidia, al ser hijo del dios más importante del Olimpo, Tántalo era invitado a todos los banquetes que ofrecían los dioses en sus residencias, no había secretos para él, podía escuchar todas las conversaciones de las deidades, en donde, desde luego, se trataban los temas más importantes de la antigua Grecia, era bien recibido y tratado con las más altas cortesías en el Olimpo, era un hombre privilegiado. 

Cuando terminaban los banquetes, Tántalo regresaba a su reino, en donde alardeaba codearse con las deidades más importantes, no conforme con eso, el rey le contaba a todo mundo los secretos más íntimos de los dioses que había escuchado de su propia boca en los banquetes a los que había sido invitado en el Olimpo, Tántalo creía que los dioses no se enterarían jamás que él no guardaba sus secretos, sino que, por el contrario, se los contaba a todo el mundo a las mínima oportunidad, pero, por ser hijo de Zeus, los dioses nunca castigaron al rey, simplemente ignoraron tales ofensas y fueron más prudentes al platicar sus asuntos en los banquetes. 

Tántalo quería corresponder las cortesías que los dioses siempre le habían brindado en el Olimpo, organizó un gran banquete en su palacio, invitó a todos los dioses, pero no todos asistieron, solamente Deméter, Hermes y Zeus aceptaron la invitación del rey, Tántalo le ordenó a su cocinero que preparase el mejor de los banquetes, pues los invitados serían los mismísimos dioses, lógico era que quisiera ofrecerles lo mejor para que éstos se sintieran agradecidos con él. 

Cuando Pélope, hijo de Tántalo, se enteró que los dioses habían aceptado la invitación de su padre, se emocionó, no cabía en sí la felicidad, no conocía a su abuelo, el dios Zeus, ni a ninguna otra divinidad, el joven estaba simplemente extasiado con la noticia, pero no sabía el plan tan degenerado que tenía su padre. 

Tántalo le murmuró un secreto a su cocinero, al escucharlo, se quedó plasmado, no podía creer lo que acababa de escuchar, era una aberración, pero terminó por acatar la orden de su amo, llamó a unos cuantos hombres más, de su total confianza, buscaron a Pélope, lo amagaron y lo asesinaron, con esa carne, el cocinero habría de preparar los platillos que se servirían en el banquete de esa noche. 

Los dioses llegaron al ostentoso palacio de Tántalo, fueron reverenciados y tratados cortésmente por su anfitrión, fueron llevados hasta el comedor en donde estaban los platillos más exquisitos y variados que el rey podía ofrecerles a los dioses, éstos comieron gustosos de todo cuanto les ofrecieron, el platillo fuerte se reservó para el último, los sirvientes ingresaron a la habitación para llevarlo, el olor que éste emanaba era delicioso, nadie podía negar que el cocinero había hecho un trabajo espléndido, Deméter no pudo resistirse y empezó a devorar el suculento platillo. 

Tántalo no comía, simplemente los miraba, Zeus y Hermes empezaron a sospechar del rey, se miraban frecuentemente, el primero de éstos le preguntó a Tántalo por su hijo, quería conocerlo, pero éste solo evadía las preguntas de su padre, se limitaba a hacer cumplidos sobre lo bien que olía a aquel platillo, tal fue la insistencia de Zeus que, Tántalo comentó: 

“Efectivamente padre, la carne con la que está preparada este gran banquete que he preparado en tu honor, es humana”. 

Los dioses se asquearon, era una ofensa inigualable contra sus anfitriones, Zeus se enfureció, como lo había hecho en aquel banquete que Licaón le ofreció, en esta ocasión la carne había sido de su propio nieto, Tántalo no encubrió más su aberrante crimen, diciendo:

“No es cualquier sacrificio el que les estoy ofreciendo, es el mayor de los sacrificios, es mi hijo primogénito”. 

La ira de Zeus no se hizo esperar más, estaba realmente furioso, tomó a Tántalo, amagándolo con la ayuda del resto de los dioses y, dirigido por Hermes, lo llevó directamente hasta el Tártaro. 

Hades abrió las puertas del Inframundo de par en par para que pasara Zeus con Tártaro quien, inútilmente, trataba de escapar de las manos de Zeus, pero no pudo hacer nada, el dios descendió hasta lo más bajo del Tártaro y azotó a su propio hijo, el hombre cayó en una laguna que estaba rodeada de árboles, el castigo eterno de Tántalo sería padecer de hambre y sed por toda la eternidad, el agua le llegaba hasta la barbilla, y las ramas de los árboles con sus frutos estaban al alcance de su mano, pero cuando intentaba alcanzarlos para comer, el viento soplaba, alejando a las ramas, imposibilitándole comer, cuando tenía sed, el agua descendía, tampoco podía beber, solamente podía mover libremente la cabeza. 

Los dioses sintieron una gran repulsión por este acto tan criminal y asqueroso, en especial  la diosa Deméter que había comido ya un gran trozo, los olímpicos, sintiendo pena, regresaron a la vida Pélope, reconstruyendo su cuerpo, a excepción de su hombro, pues era el trozo que Deméter había comido ya, para compensarlo, Zeus le ordenó al dios de las forjas, Hefesto, que confeccionara una prótesis de marfil para su nieto, así lo hizo y Pélope pudo hacer su vida con total normalidad, fue el rey de la región del Peloponeso, a partir de ese momento, el rey fue invitado por su abuelo y sus tíos a sus banquetes en el Olimpo, fue del total agrado de los dioses, él nunca cometió los mismos errores que su padre, quien paga, hasta nuestros días su terrible castigo.

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