Título: La Titanomaquia.
Autor: Eduardo García.
Año: 2020.
Capítulo: "Desafío musical".
Capítulo anterior: "El Rey Midas".
Tienda: La Titanomaquia.
CAPÍTULO XXXII
"DESAFÍO MUSICAL"
Pan había sido reconocido como el dios de los bosques por su valiosa ayuda a Zeus para derrotar a la temible bestia Tifón, debido a eso, fue venerado en la región de Arcadia, que era la que más frecuentaba el nuevo dios, junto al Rey Midas que había dejado su reino para vivir con simpleza en los bosques, ambos se hicieron grandes amigos y ofrecían un sinfín de conciertos al aire libre en los bosques, Pan era aclamado por su incuestionable habilidad musical, se hizo arrogante por todos los elogios que recibía y un día dijo:
“Soy yo el mejor músico del mundo, no hay nadie que me supere”.
Una ninfa que estaba en el público le contestó a Pan:
“Pero ¿acaso no es el dios Apolo el mejor músico que existe?”
El arrogante Pan no se dejó humillar por la ninfa ni por Apolo, diciendo:
“Ni siquiera Apolo es mejor que yo, de hecho, su famosa lira se ve opacada por mi flauta siringe, si es tan buen músico como él dice, que me rete a un desafío”.
El Rey Midas replicó:
“Calla, no es prudente hacer un desafío de esa clase a Apolo, a fin de cuentas, él es el dios de la música”.
La respuesta de Midas ofendió a su amigo que contestó:
“¿Qué es lo que has dicho? Se supone que eres mi amigo y debes de estar de mi lado, no del de él”.
Efectivamente, el desafío de Pan llegó hasta los oídos de Apolo quien, enfurecido, aceptó inmediatamente enfrentarse en un duelo para decidir quién era el mejor músico del mundo, pactaron el lugar y el día en que se habrían de enfrentar en medio del bosque, Apolo se hizo presente en el lugar y dijo:
“Y bien ¿en dónde está el que se atreve a desafiar al gran dios Apolo?”
“Aquí estoy, no me andes buscando más, hoy te relevaré de tu título como el dios de la música, ya tienes demasiados ¿no?”, contestó Pan.
“Ja, ja, ja, ¿conque eres tú?, no me hagas reír, no podrás superarme jamás”, dijo Apolo.
“Eres demasiado arrogante, Apolo, pero te callaré la boca con mi música”, replicó Pan.
Los jueces de la batalla divina serían los mismísimos dioses olímpicos quienes también se dieron cita en el bosque para presenciarla junto a las ninfas y el Rey Midas. El dios de los bosques, comenzó a tocar su flauta, nadie podía negar que el sonido que salía de la misma era bellísimo y tranquilizador, un ritmo armonioso y elegante, al terminar de tocar, Pan fue ovacionado por la gran mayoría de los presentes, Apolo se contentó con hacer una mueca y apartar la vista.
Era el turno del dios de la música, Apolo comenzó a tocar su lira, aunque Pan había hecho un trabajo excepcional, el sonido que emitía la lira no tenía comparación, sus tiempos fueron perfectos y armoniosos, el público estaba encantado, las ninfas lloraban de la emoción, la victoria de Apolo era más que evidente.
Llegó la hora de elegir al ganador del desafío, los dioses olímpicos se decantaron por Apolo, Pan ya se esperaba que sucediera eso, pero, pensaba que sus seguidores, las ninfas y los faunos votarían a su favor y, quizá, podría derrotar y humillar al dios, pero no fue así, ellos también votaron a favor del olímpico, Pan se sintió enfurecido y triste a la vez, aquellos que creía que eran sus amigos, lo habían traicionado, humillándolo públicamente, la victoria de Apolo estaba consolidada, pero faltaba el voto del Rey Midas.
El rey miró a su amigo y, con mucho temor, declaró que la habilidad musical de Pan era superior a la de Apolo, éste último no podía creer lo que había dicho Midas, indignado porque quería humillar a Pan con una victoria unánime sobre el hijo de Hermes, Apolo se le acercó al rey que temblaba de miedo, sabía que sería castigado por el dios que se sentía humillado.
“Veo que te gusta mucho la música y te crees un gran crítico, pero, creo que esas orejas tuyas no te ayudan en lo absoluto, pero, no te preocupes, que yo tengo la solución para tu problema”.
A Midas le crecieron unas enormes orejas de burro en lugar de las suyas, el rey las tocaba horrorizado, le suplicaba a Apolo que le regresara a su forma natural, pero, el dios se limitó a decir:
“Con estas nuevas orejas sí que podrás apreciar la buena música, que es la mía, no la de ese amigo tuyo que bastante humillado ha quedado ya”.
“No, por favor, gran Apolo, fue solo para no hacer sentir mal a mi amigo, tú eres el mejor músico que existe, quítame estas orejas que me hacen parecer una bestia, te lo imploro”, le suplicó Midas.
“He dicho que no, si tanto te gusta la música de Pan, así podrás escucharlo mejor, y no me molestes más, si no quieres que te convierta en un burro por completo”, dijo Apolo.
Los dioses regresaron al Olimpo, Pan se quedó en el bosque, solo, le habían quitado lo único que le daba sentido a su vida eterna, ahora no tenía nada, por haber sido arrogante, Apolo lo había castigado quitándole su flauta, instrumento que había bautizado en honor a su amada, que también se le había escapado de las manos, se creía el ser más infeliz, cuando tenía algo que lo ayudaba a sentirse mejor consigo mismo, siempre había algo que se lo impedía, ahora no tenía ni siquiera a su amigo, el Rey Midas, no lo quería ni ver, al final también lo había cambiado por Apolo cuando vio lo que este le había hecho, el dios de los bosques vagó por el bosque durante muchas eras, tratando de encontrar algo que lo reconfortara.
Comentarios
Publicar un comentario