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La Titanomaquia | Capítulo XXXVII

 Título: La Titanomaquia.

Autor: Eduardo García.

Año: 2020.

Capítulo: "El castigo de Narciso".

Capítulo anterior: "Muriendo de amor".

Tienda: La Titanomaquia.

CAPÍTULO XXXVII

"EL CASTIGO DE NARCISO"

El joven Narciso era el producto de la violación de Céfiso a la ninfa Liríope, después de dar a luz, la madre fue a consultar al famoso adivino Tiresias preguntándole si su hijo llegaría a viejo:

“Solo si no se conociere”, contestó el polémico adivino.

Los padres no entendieron ni media palabra de lo que había dicho el adivino, así que no hicieron nada, regresaron a su hogar y el joven Narciso creció con completa normalidad, a decir verdad, era realmente bello, tanto que no solamente era pretendido por mujeres, sino también por hombres, pero el joven no hizo caso de ninguno, desde temprana edad había sido arrogante y soberbio a más no poder.

Entre los rechazados más famosos, se encuentra el también joven y apuesto Aminias y la ninfa Eco, quien murió de amor y de pena por Narciso, ambos rogaron a los dioses para que castigaran al causante de sus penas y tristezas. 

Némesis, la diosa de la venganza, escuchó las plegarias de la ninfa Eco que se había consumido en amor por el arrogante Narciso que la había rechazado burlándose de ella y de su mal, el campesino recibiría un castigo por parte de la diosa especializada en la materia.

En medio del bosque estaba un cuerpo de agua cristalina que no había sido bebida por hombres o por las bestias, se limitaba a tener vegetación a sus orillas, pero no en exceso, el joven llegó hasta ahí y se detuvo un momento para descansar, se agachó para tomar un poco de agua para beber y vio su propio reflejo en el agua, pensando que se trataba de alguien más, el joven se enamoró al instante de sí mismo.

“Oh, es la criatura más hermosa que haya visto jamás, sus ojos, sus manos, su nariz, su boca, todo es perfecto en él, es simplemente perfecto”, dijo Narciso para sí.

¡Hey! ¿Puedes escucharme?, preguntaba inútilmente.

¿Por qué no me respondes, acaso no te gusto? Eres realmente hermoso, déjame besarte, dijo el joven que se agachó aún más para intentar besar el reflejo, pero solo encontró el agua, extrañándose dijo:

¿Por qué te niegas? ¿Acaso no ves que te amo?

El joven se abandonó a sí mismo y a todo lo demás, dejó de comer y beber, su rebaño se perdió en el bosque sin rumbo, lamentándose de su amor imposible, suplicándole a su propio reflejo que le dejara amarlo, pero nunca tuvo respuesta, se enflaqueció hasta los huesos así como su enamorada Eco lo había sufrido, el joven y apuesto Narciso estaba a un paso de la muerte, con el paso del tiempo se percató de que aquel que amaba era a sí mismo, era su reflejo el que miraba perdidamente enamorado durante todo el día.

El joven comenzó a llorar sobre las aguas de aquel estanque, al caer las lágrimas, el reflejó desapareció y Narciso se entristeció aún más, desesperado, se rogaba a él mismo para poder admirarse diciendo:

“¡No! Por favor, no me castigues de tal manera, te lo suplico, al menos, dame el consuelo de poder admirar tu belleza una vez más, por lo que más quieras”.

El agua del estanque finalmente se tranquilizó y el reflejo del agonizante Narciso regresó, su eterno enamorado no cabía en sí de felicidad, pero no tenía las fuerzas ni siquiera para moverse, diciendo un bello discurso en su propio honor, que fue repetido por Eco, el joven falleció, conducido por Hermes, llegó hasta el mundo de los muertos, el Inframundo, en donde sigue lamentándose y amándose por toda la eternidad aun estando en los dominios de Hades.

Sus hermanas las náyades aún le lloran a Narciso, inigualable el sonido provocado por los ríos, siendo repetido interminablemente por su amada, Eco.

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